En La Brillante Jubilación De José María Alcázar Pastor

Conserva, todavía, la gracia del funcionario antiguo. Ése que siempre tenía una sonrisa postiza de tanto hacerla. Cabeza de pretor romano y manos de pianista antiguo. Sus días se han pasado entre albañiles de vaho espeso que sabían de la vida y sueños que se cumplieron. Digo su nombre y que lo quiero. José María Alcázar.

Ahora le llega la brillante jubilación en el Cehegín de su alma, y en el Ayuntamiento al que ha dedicado toda su vida. Ese Cehegín de soles inciertos y fríos tardíos lo vio llegar con su mirada de niño hace muchas décadas, y en él se quedó de Aparejador Municipal , como si éste hubiera sido su primer y último amor, transfigurado y transfigurador. Ahora la caediza jubilación lo devuelve al polvo de la memoria, al color de miel del pasado, cuando iba de la mano de su padre, junto a los Canales Altos del Taibilla, lugar en el que empezó a mamar aquella virtud imperecedera de los buenos profesionales.

Frutas del montes y colores ocres, cordeles y acueductos, yesos en las manos, y palabras en su corazón. Ahora que se nos va del Ayuntamiento, como un cometa de cielos estrellados, el amigo de tantas tardes, quiero hacerle con mis manos un álbum para que duerma entre las luces del ayer, como un águila bicéfala.

José María Alcázar. Tiene mirada de ángel efímero, y su voz siempre ha repartido postales de tiempo, luces violentas. Ahora que te vas recobramos la memoria por los caminos que pisaste, por las sendas que lucían un verde repleto de esplendor. De tu mano nos enseñaste la etimología exacta de las cosas, la nostalgia de los que una vez miraron la esbeltez sin nombre de nuestro Cehegín alado. Ahora que te vas, lanzo al aire el agua de las fuentes con mis manos. Caen en mis ojos como un soplo de aire fino, como el manantial que uno quiso encontrar en la flor del jazmín de la infancia.

Soles de otra parte estallan ahora en tu cabeza. Te visitan golondrinas de la juventud. No estás sólo, José María. La alegría de vivir te llena el alma. Tú sabes que la dicha late bajo la destrucción.

Jesús de la Ossa Abril
De la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Cehegín .

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Conserva, todavía, la gracia del funcionario antiguo. Ése que siempre tenía una sonrisa postiza de tanto hacerla. Cabeza de pretor romano y manos de pianista antiguo. Sus días se han pasado entre albañiles de vaho espeso que sabían de la vida y sueños que se cumplieron. Digo su nombre y que lo quiero. José María Alcázar.

Ahora le llega la brillante jubilación en el Cehegín de su alma, y en el Ayuntamiento al que ha dedicado toda su vida. Ese Cehegín de soles inciertos y fríos tardíos lo vio llegar con su mirada de niño hace muchas décadas, y en él se quedó de Aparejador Municipal , como si éste hubiera sido su primer y último amor, transfigurado y transfigurador. Ahora la caediza jubilación lo devuelve al polvo de la memoria, al color de miel del pasado, cuando iba de la mano de su padre, junto a los Canales Altos del Taibilla, lugar en el que empezó a mamar aquella virtud imperecedera de los buenos profesionales.

Frutas del montes y colores ocres, cordeles y acueductos, yesos en las manos, y palabras en su corazón. Ahora que se nos va del Ayuntamiento, como un cometa de cielos estrellados, el amigo de tantas tardes, quiero hacerle con mis manos un álbum para que duerma entre las luces del ayer, como un águila bicéfala.

José María Alcázar. Tiene mirada de ángel efímero, y su voz siempre ha repartido postales de tiempo, luces violentas. Ahora que te vas recobramos la memoria por los caminos que pisaste, por las sendas que lucían un verde repleto de esplendor. De tu mano nos enseñaste la etimología exacta de las cosas, la nostalgia de los que una vez miraron la esbeltez sin nombre de nuestro Cehegín alado. Ahora que te vas, lanzo al aire el agua de las fuentes con mis manos. Caen en mis ojos como un soplo de aire fino, como el manantial que uno quiso encontrar en la flor del jazmín de la infancia.

Soles de otra parte estallan ahora en tu cabeza. Te visitan golondrinas de la juventud. No estás sólo, José María. La alegría de vivir te llena el alma. Tú sabes que la dicha late bajo la destrucción.

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Ahora le llega la brillante jubilación en el Cehegín de su alma, y en el Ayuntamiento al que ha dedicado toda su vida. Ese Cehegín de soles inciertos y fríos tardíos lo vio llegar con su mirada de niño hace muchas décadas, y en él se quedó de Aparejador Municipal , como si éste hubiera sido su primer y último amor, transfigurado y transfigurador. Ahora la caediza jubilación lo devuelve al polvo de la memoria, al color de miel del pasado, cuando iba de la mano de su padre, junto a los Canales Altos del Taibilla, lugar en el que empezó a mamar aquella virtud imperecedera de los buenos profesionales.

Frutas del montes y colores ocres, cordeles y acueductos, yesos en las manos, y palabras en su corazón. Ahora que se nos va del Ayuntamiento, como un cometa de cielos estrellados, el amigo de tantas tardes, quiero hacerle con mis manos un álbum para que duerma entre las luces del ayer, como un águila bicéfala.

José María Alcázar. Tiene mirada de ángel efímero, y su voz siempre ha repartido postales de tiempo, luces violentas. Ahora que te vas recobramos la memoria por los caminos que pisaste, por las sendas que lucían un verde repleto de esplendor. De tu mano nos enseñaste la etimología exacta de las cosas, la nostalgia de los que una vez miraron la esbeltez sin nombre de nuestro Cehegín alado. Ahora que te vas, lanzo al aire el agua de las fuentes con mis manos. Caen en mis ojos como un soplo de aire fino, como el manantial que uno quiso encontrar en la flor del jazmín de la infancia.

Soles de otra parte estallan ahora en tu cabeza. Te visitan golondrinas de la juventud. No estás sólo, José María. La alegría de vivir te llena el alma. Tú sabes que la dicha late bajo la destrucción.

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Ahora le llega la brillante jubilación en el Cehegín de su alma, y en el Ayuntamiento al que ha dedicado toda su vida. Ese Cehegín de soles inciertos y fríos tardíos lo vio llegar con su mirada de niño hace muchas décadas, y en él se quedó de Aparejador Municipal , como si éste hubiera sido su primer y último amor, transfigurado y transfigurador. Ahora la caediza jubilación lo devuelve al polvo de la memoria, al color de miel del pasado, cuando iba de la mano de su padre, junto a los Canales Altos del Taibilla, lugar en el que empezó a mamar aquella virtud imperecedera de los buenos profesionales.

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José María Alcázar. Tiene mirada de ángel efímero, y su voz siempre ha repartido postales de tiempo, luces violentas. Ahora que te vas recobramos la memoria por los caminos que pisaste, por las sendas que lucían un verde repleto de esplendor. De tu mano nos enseñaste la etimología exacta de las cosas, la nostalgia de los que una vez miraron la esbeltez sin nombre de nuestro Cehegín alado. Ahora que te vas, lanzo al aire el agua de las fuentes con mis manos. Caen en mis ojos como un soplo de aire fino, como el manantial que uno quiso encontrar en la flor del jazmín de la infancia.

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Ahora le llega la brillante jubilación en el Cehegín de su alma, y en el Ayuntamiento al que ha dedicado toda su vida. Ese Cehegín de soles inciertos y fríos tardíos lo vio llegar con su mirada de niño hace muchas décadas, y en él se quedó de Aparejador Municipal , como si éste hubiera sido su primer y último amor, transfigurado y transfigurador. Ahora la caediza jubilación lo devuelve al polvo de la memoria, al color de miel del pasado, cuando iba de la mano de su padre, junto a los Canales Altos del Taibilla, lugar en el que empezó a mamar aquella virtud imperecedera de los buenos profesionales.

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