Ramón Sampedro

Se acaba de estrenar la película 'Mar adentro', de Alejandro Amenábar. En ella se cuenta la historia personal de Ramón Sampedro, cuya muerte dejó en carne viva un debate al que la sociedad, casi 7 años después, sigue sin dar una respuesta contundente, seguimos sin contar con una ley que humanice el sufrimiento absurdo que historias como la de Ramón conllevan. Pocos días después de su muerte, el 20 de enero de 1998, el diario El País tuvo a bien publicarme una carta al director en la que manifesté las impresiones que me produjo su muerte inmediatamente después de conocer la noticia; dicha carta desearía transcribirla ahora:

Ramón Sampedro ha muerto. La noticia me ha hecho sentir una mezcla de amargura y de alegría. Durante años, Ramón clamó a la sociedad para que se le practicase la eutanasia, poniendo fin a lo que para él era una tortura sin sentido. Hace media hora que he escuchado la noticia, donde no se ha especificado, por no saberse aún, la causa de su muerte. Sea como fuere, Ramón ha llegado donde pretendía, para él ha terminado el suplicio de años y años encamado, deseando morir. Lo de menos, ahora, es como le sobrevino la muerte. Espero y deseo, que si la hubiere, ninguna persona sufra el peso de la injusticia que sobre esta cuestión, en el marco del más aberrante puritanismo e hipocresía, dictamina el código penal.

La lucidez que Ramón ha demostrado, en sus intervenciones en radio, televisión y prensa escrita, está muy por encima de la media. Ramón era un desahuciado físico, pero ni mucho menos desde el punto de vista intelectual. Solo unas leyes caducas, han impedido que a Ramón se le hubiese practicado, hace tiempo, la eutanasia. Nadie, absolutamente nadie, ha podido nunca, moralmente, tachar los deseos de Ramón. La magnitud de sus planteamientos era desbordante. La sociedad en pleno, hemos de exigir, a los legisladores, una modificación inmediata de las leyes actuales, humanizando una situación, que permita, a quien lo desee, ejercer su derecho a morir dignamente.

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Ramón Sampedro

Se acaba de estrenar la película 'Mar adentro', de Alejandro Amenábar. En ella se cuenta la historia personal de Ramón Sampedro, cuya muerte dejó en carne viva un debate al que la sociedad, casi 7 años después, sigue sin dar una respuesta contundente, seguimos sin contar con una ley que humanice el sufrimiento absurdo que historias como la de Ramón conllevan. Pocos días después de su muerte, el 20 de enero de 1998, el diario El País tuvo a bien publicarme una carta al director en la que manifesté las impresiones que me produjo su muerte inmediatamente después de conocer la noticia; dicha carta desearía transcribirla ahora:

Ramón Sampedro ha muerto. La noticia me ha hecho sentir una mezcla de amargura y de alegría. Durante años, Ramón clamó a la sociedad para que se le practicase la eutanasia, poniendo fin a lo que para él era una tortura sin sentido. Hace media hora que he escuchado la noticia, donde no se ha especificado, por no saberse aún, la causa de su muerte. Sea como fuere, Ramón ha llegado donde pretendía, para él ha terminado el suplicio de años y años encamado, deseando morir. Lo de menos, ahora, es como le sobrevino la muerte. Espero y deseo, que si la hubiere, ninguna persona sufra el peso de la injusticia que sobre esta cuestión, en el marco del más aberrante puritanismo e hipocresía, dictamina el código penal.

La lucidez que Ramón ha demostrado, en sus intervenciones en radio, televisión y prensa escrita, está muy por encima de la media. Ramón era un desahuciado físico, pero ni mucho menos desde el punto de vista intelectual. Solo unas leyes caducas, han impedido que a Ramón se le hubiese practicado, hace tiempo, la eutanasia. Nadie, absolutamente nadie, ha podido nunca, moralmente, tachar los deseos de Ramón. La magnitud de sus planteamientos era desbordante. La sociedad en pleno, hemos de exigir, a los legisladores, una modificación inmediata de las leyes actuales, humanizando una situación, que permita, a quien lo desee, ejercer su derecho a morir dignamente.

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Se acaba de estrenar la película 'Mar adentro', de Alejandro Amenábar. En ella se cuenta la historia personal de Ramón Sampedro, cuya muerte dejó en carne viva un debate al que la sociedad, casi 7 años después, sigue sin dar una respuesta contundente, seguimos sin contar con una ley que humanice el sufrimiento absurdo que historias como la de Ramón conllevan. Pocos días después de su muerte, el 20 de enero de 1998, el diario El País tuvo a bien publicarme una carta al director en la que manifesté las impresiones que me produjo su muerte inmediatamente después de conocer la noticia; dicha carta desearía transcribirla ahora:

Ramón Sampedro ha muerto. La noticia me ha hecho sentir una mezcla de amargura y de alegría. Durante años, Ramón clamó a la sociedad para que se le practicase la eutanasia, poniendo fin a lo que para él era una tortura sin sentido. Hace media hora que he escuchado la noticia, donde no se ha especificado, por no saberse aún, la causa de su muerte. Sea como fuere, Ramón ha llegado donde pretendía, para él ha terminado el suplicio de años y años encamado, deseando morir. Lo de menos, ahora, es como le sobrevino la muerte. Espero y deseo, que si la hubiere, ninguna persona sufra el peso de la injusticia que sobre esta cuestión, en el marco del más aberrante puritanismo e hipocresía, dictamina el código penal.

La lucidez que Ramón ha demostrado, en sus intervenciones en radio, televisión y prensa escrita, está muy por encima de la media. Ramón era un desahuciado físico, pero ni mucho menos desde el punto de vista intelectual. Solo unas leyes caducas, han impedido que a Ramón se le hubiese practicado, hace tiempo, la eutanasia. Nadie, absolutamente nadie, ha podido nunca, moralmente, tachar los deseos de Ramón. La magnitud de sus planteamientos era desbordante. La sociedad en pleno, hemos de exigir, a los legisladores, una modificación inmediata de las leyes actuales, humanizando una situación, que permita, a quien lo desee, ejercer su derecho a morir dignamente.

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Ramón Sampedro ha muerto. La noticia me ha hecho sentir una mezcla de amargura y de alegría. Durante años, Ramón clamó a la sociedad para que se le practicase la eutanasia, poniendo fin a lo que para él era una tortura sin sentido. Hace media hora que he escuchado la noticia, donde no se ha especificado, por no saberse aún, la causa de su muerte. Sea como fuere, Ramón ha llegado donde pretendía, para él ha terminado el suplicio de años y años encamado, deseando morir. Lo de menos, ahora, es como le sobrevino la muerte. Espero y deseo, que si la hubiere, ninguna persona sufra el peso de la injusticia que sobre esta cuestión, en el marco del más aberrante puritanismo e hipocresía, dictamina el código penal.

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Ramón Sampedro ha muerto. La noticia me ha hecho sentir una mezcla de amargura y de alegría. Durante años, Ramón clamó a la sociedad para que se le practicase la eutanasia, poniendo fin a lo que para él era una tortura sin sentido. Hace media hora que he escuchado la noticia, donde no se ha especificado, por no saberse aún, la causa de su muerte. Sea como fuere, Ramón ha llegado donde pretendía, para él ha terminado el suplicio de años y años encamado, deseando morir. Lo de menos, ahora, es como le sobrevino la muerte. Espero y deseo, que si la hubiere, ninguna persona sufra el peso de la injusticia que sobre esta cuestión, en el marco del más aberrante puritanismo e hipocresía, dictamina el código penal.

La lucidez que Ramón ha demostrado, en sus intervenciones en radio, televisión y prensa escrita, está muy por encima de la media. Ramón era un desahuciado físico, pero ni mucho menos desde el punto de vista intelectual. Solo unas leyes caducas, han impedido que a Ramón se le hubiese practicado, hace tiempo, la eutanasia. Nadie, absolutamente nadie, ha podido nunca, moralmente, tachar los deseos de Ramón. La magnitud de sus planteamientos era desbordante. La sociedad en pleno, hemos de exigir, a los legisladores, una modificación inmediata de las leyes actuales, humanizando una situación, que permita, a quien lo desee, ejercer su derecho a morir dignamente.

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Ramón Sampedro ha muerto. La noticia me ha hecho sentir una mezcla de amargura y de alegría. Durante años, Ramón clamó a la sociedad para que se le practicase la eutanasia, poniendo fin a lo que para él era una tortura sin sentido. Hace media hora que he escuchado la noticia, donde no se ha especificado, por no saberse aún, la causa de su muerte. Sea como fuere, Ramón ha llegado donde pretendía, para él ha terminado el suplicio de años y años encamado, deseando morir. Lo de menos, ahora, es como le sobrevino la muerte. Espero y deseo, que si la hubiere, ninguna persona sufra el peso de la injusticia que sobre esta cuestión, en el marco del más aberrante puritanismo e hipocresía, dictamina el código penal.

La lucidez que Ramón ha demostrado, en sus intervenciones en radio, televisión y prensa escrita, está muy por encima de la media. Ramón era un desahuciado físico, pero ni mucho menos desde el punto de vista intelectual. Solo unas leyes caducas, han impedido que a Ramón se le hubiese practicado, hace tiempo, la eutanasia. Nadie, absolutamente nadie, ha podido nunca, moralmente, tachar los deseos de Ramón. La magnitud de sus planteamientos era desbordante. La sociedad en pleno, hemos de exigir, a los legisladores, una modificación inmediata de las leyes actuales, humanizando una situación, que permita, a quien lo desee, ejercer su derecho a morir dignamente.

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Ramón Sampedro ha muerto. La noticia me ha hecho sentir una mezcla de amargura y de alegría. Durante años, Ramón clamó a la sociedad para que se le practicase la eutanasia, poniendo fin a lo que para él era una tortura sin sentido. Hace media hora que he escuchado la noticia, donde no se ha especificado, por no saberse aún, la causa de su muerte. Sea como fuere, Ramón ha llegado donde pretendía, para él ha terminado el suplicio de años y años encamado, deseando morir. Lo de menos, ahora, es como le sobrevino la muerte. Espero y deseo, que si la hubiere, ninguna persona sufra el peso de la injusticia que sobre esta cuestión, en el marco del más aberrante puritanismo e hipocresía, dictamina el código penal.

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Ramón Sampedro ha muerto. La noticia me ha hecho sentir una mezcla de amargura y de alegría. Durante años, Ramón clamó a la sociedad para que se le practicase la eutanasia, poniendo fin a lo que para él era una tortura sin sentido. Hace media hora que he escuchado la noticia, donde no se ha especificado, por no saberse aún, la causa de su muerte. Sea como fuere, Ramón ha llegado donde pretendía, para él ha terminado el suplicio de años y años encamado, deseando morir. Lo de menos, ahora, es como le sobrevino la muerte. Espero y deseo, que si la hubiere, ninguna persona sufra el peso de la injusticia que sobre esta cuestión, en el marco del más aberrante puritanismo e hipocresía, dictamina el código penal.

La lucidez que Ramón ha demostrado, en sus intervenciones en radio, televisión y prensa escrita, está muy por encima de la media. Ramón era un desahuciado físico, pero ni mucho menos desde el punto de vista intelectual. Solo unas leyes caducas, han impedido que a Ramón se le hubiese practicado, hace tiempo, la eutanasia. Nadie, absolutamente nadie, ha podido nunca, moralmente, tachar los deseos de Ramón. La magnitud de sus planteamientos era desbordante. La sociedad en pleno, hemos de exigir, a los legisladores, una modificación inmediata de las leyes actuales, humanizando una situación, que permita, a quien lo desee, ejercer su derecho a morir dignamente.

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Ramón Sampedro ha muerto. La noticia me ha hecho sentir una mezcla de amargura y de alegría. Durante años, Ramón clamó a la sociedad para que se le practicase la eutanasia, poniendo fin a lo que para él era una tortura sin sentido. Hace media hora que he escuchado la noticia, donde no se ha especificado, por no saberse aún, la causa de su muerte. Sea como fuere, Ramón ha llegado donde pretendía, para él ha terminado el suplicio de años y años encamado, deseando morir. Lo de menos, ahora, es como le sobrevino la muerte. Espero y deseo, que si la hubiere, ninguna persona sufra el peso de la injusticia que sobre esta cuestión, en el marco del más aberrante puritanismo e hipocresía, dictamina el código penal.

La lucidez que Ramón ha demostrado, en sus intervenciones en radio, televisión y prensa escrita, está muy por encima de la media. Ramón era un desahuciado físico, pero ni mucho menos desde el punto de vista intelectual. Solo unas leyes caducas, han impedido que a Ramón se le hubiese practicado, hace tiempo, la eutanasia. Nadie, absolutamente nadie, ha podido nunca, moralmente, tachar los deseos de Ramón. La magnitud de sus planteamientos era desbordante. La sociedad en pleno, hemos de exigir, a los legisladores, una modificación inmediata de las leyes actuales, humanizando una situación, que permita, a quien lo desee, ejercer su derecho a morir dignamente.

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La lucidez que Ramón ha demostrado, en sus intervenciones en radio, televisión y prensa escrita, está muy por encima de la media. Ramón era un desahuciado físico, pero ni mucho menos desde el punto de vista intelectual. Solo unas leyes caducas, han impedido que a Ramón se le hubiese practicado, hace tiempo, la eutanasia. Nadie, absolutamente nadie, ha podido nunca, moralmente, tachar los deseos de Ramón. La magnitud de sus planteamientos era desbordante. La sociedad en pleno, hemos de exigir, a los legisladores, una modificación inmediata de las leyes actuales, humanizando una situación, que permita, a quien lo desee, ejercer su derecho a morir dignamente.

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