Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.

Salvador García Jiménez nació en Cehegín en 1944. Sus relatos han sido objeto de ocho premios distintos, la misma cifra de los obtenidos con sus catorce novelas.

Salvador García Jiménez es el mejor novelista vivo de la Región de Murcia. Sólo quien ha sido capaz de escribir desde el corazón, desde la altura de un pájaro solitario, sin entrar en la usura de la fama ni la sociedad del trueque literaria, puede sentirse como un fabulador libre y sin complejos. Sólo dedicado, desde muy joven, a interpretar a través de su alma todas las almas circundantes.

Se ha escrito mucho sobre Salvador. Sin ir más lejos, ha sido motivo de la tesis escrita por el profesor Juan Cano Conesa, quien desentrañó toda su trayectoria en el proceso de la creación. También por parte de los críticos literarios regionales y nacionales. Pero Salvador ha sido algo más que una figura perenne en las páginas de los libros de literatura. Él ha tenido siempre el poso de los mejores, de los que se han pasado el toro más cerca. Y siempre lo ha hecho con delicadeza de ángel, sin olvidar, nunca, su niñez ceheginera, cuando cazaba vencejos mirando al sol de bronce de la Iglesia de la Soledad. Salvador ha sido el escritor de los marginados, su verdadero evangelio literario; ha sido el escritor de los desheredados; el escritor de los que buscaban en el artificio del lenguaje, la ternura de quien fue un aprendiz de escritor por las costanillas de su Cehegín del alma.

Este lobo estepario nos ha dejado para siempre páginas eternas como hizo en su joven testamento literario, 'Puntarrón', cuando sólo contaba con diecisiete años. En él reflejó un mundo en escombros y la metáfora geográfica de un pedazo de su tierra natal; libros de cuentos de inigualable maestría como 'Desaparece un ángel de Salzillo', así como para mí, el mejor, 'Graellsia'; novelas definitivas como 'Primer destino', 'Myrtia'…Sería larga la enumeración de obras por parte de alguien que ha transitado, desde la poesía hasta el ensayo, desde la novela hasta el cuento. El universo creador de Salvador García Jiménez va a la par de su propia existencia.

Con la condecoración que, desde la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se le rindió el pasado 4 de diciembre, al concederle la Encomienda de Isabel la Católica, en el Aniversario también de los XXV años de la Constitución Española, se hace justicia a alguien que, a través de los años, ha trabajado sólo con la inocencia del niño que fue, siempre solitario, acompañado de sus pájaros y ángeles, de sus amigos de juventud, de sus ansiedades de profesor, de sus metáforas cerca de los acantilados; de sus verdades llenas de sabor a vinagre; siempre alejado de las parameras de la basura literaria. Como si fuera aquel joven, con camiseta de tirantes, que puso 'la carne en la palabra, en el génesis del Puntarrón, y con fe balbuciente en pura soledad ante la página en blanco, bauticé con la tinta de mi escritura a todos los zagales que tanto me habían fascinado'.