Se congelaron los sueños

Querido Libro Viajero: tu nombre podría ser genérico, referirse a otros muchos que, como tú, deambulen de acá para allá, haciendo aquello que os convierte en imprescindibles, haciendo posible que los sueños no se nos congelen. Los demás libros y tú, tenéis unas señas de identidad que os hacen inconfundibles; a ti, con nombre y apellido, te conocí en un ámbito escolar, me fuiste presentado hace algunos años por la maestra de mi hijo. Tu presencia en casa, en aquella ocasión, nos revolucionó por un fin de semana. Venías en blanco, tuvimos el privilegio de ser los primeros en plasmar sobre tus páginas algunas pinceladas de lo que éramos, de cómo vivíamos, de cuales eran nuestras inquietudes; nadie, entonces, se planteó que tu libertad, la que contribuye a hacer libre al ser humano, estuviese tutelada. Pasaron algunos años para volverte a ver, volviste siguiendo el mismo itinerario, algunas cosas habían cambiado, por ejemplo, quien te trajo esta vez aún no había nacido la vez anterior, sin embargo, ahí estaba ella, mi hija pequeña, trasladándote a casa para volver a reencontrarnos contigo y volver a dejarte algunas improntas de nuestra nueva realidad. Seguíamos sin tener noticias de que, independientemente del espíritu que se te suponía, por parte de quienes te tutelaban, a aquello que escribíamos en tus páginas se le hiciese un seguimiento que certificase la no amputación de ninguna de ellas. De nuevo, este curso, ya que tu deambular seguía el ritmo de los cursos académicos, teníamos la esperanza de volver a verte, de volver a dejar en tus páginas algunas reflexiones, tal vez algún sueño, quién sabe, pero no será posible, querido Libro, tu tutela ha quedado en evidencia; no naciste para ser libre, no naciste para ayudar al ser humano a que fuese libre, a ti te encasillaron al nacer, te cortaron las alas: no eres digno, según tus tutores, de sufrir los 'riesgos' de la Libertad, por la que desde hace muchos años, la sociedad de seres humanos con la que convivías, está luchando en un intento de afianzarla. No, a ti se te relegó a tu mínima expresión, contribuyendo a apuntalar el entramado social caduco que vela para que las tinieblas sigan presidiendo la convivencia ciudadana. Pero no creas que voy a descargar la responsabilidad en otros, he formado parte del conjunto de seres humanos incapaces de devolverte la vida, del conjunto de seres humanos que hemos firmado tu defunción. Y, ¿sabes una cosa?, eso que hemos hecho contigo tiene un nombre, o dos, o muchos, pero ninguno es sano, a eso se le llama intransigencia, intolerancia!, fascismo. Lo siento, querido amigo, te pido perdón por no haber sabido salvarte. Todos te echaremos de menos, aunque, los niños, que sabían de tu existencia, más que nadie.

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Querido Libro Viajero: tu nombre podría ser genérico, referirse a otros muchos que, como tú, deambulen de acá para allá, haciendo aquello que os convierte en imprescindibles, haciendo posible que los sueños no se nos congelen. Los demás libros y tú, tenéis unas señas de identidad que os hacen inconfundibles; a ti, con nombre y apellido, te conocí en un ámbito escolar, me fuiste presentado hace algunos años por la maestra de mi hijo. Tu presencia en casa, en aquella ocasión, nos revolucionó por un fin de semana. Venías en blanco, tuvimos el privilegio de ser los primeros en plasmar sobre tus páginas algunas pinceladas de lo que éramos, de cómo vivíamos, de cuales eran nuestras inquietudes; nadie, entonces, se planteó que tu libertad, la que contribuye a hacer libre al ser humano, estuviese tutelada. Pasaron algunos años para volverte a ver, volviste siguiendo el mismo itinerario, algunas cosas habían cambiado, por ejemplo, quien te trajo esta vez aún no había nacido la vez anterior, sin embargo, ahí estaba ella, mi hija pequeña, trasladándote a casa para volver a reencontrarnos contigo y volver a dejarte algunas improntas de nuestra nueva realidad. Seguíamos sin tener noticias de que, independientemente del espíritu que se te suponía, por parte de quienes te tutelaban, a aquello que escribíamos en tus páginas se le hiciese un seguimiento que certificase la no amputación de ninguna de ellas. De nuevo, este curso, ya que tu deambular seguía el ritmo de los cursos académicos, teníamos la esperanza de volver a verte, de volver a dejar en tus páginas algunas reflexiones, tal vez algún sueño, quién sabe, pero no será posible, querido Libro, tu tutela ha quedado en evidencia; no naciste para ser libre, no naciste para ayudar al ser humano a que fuese libre, a ti te encasillaron al nacer, te cortaron las alas: no eres digno, según tus tutores, de sufrir los 'riesgos' de la Libertad, por la que desde hace muchos años, la sociedad de seres humanos con la que convivías, está luchando en un intento de afianzarla. No, a ti se te relegó a tu mínima expresión, contribuyendo a apuntalar el entramado social caduco que vela para que las tinieblas sigan presidiendo la convivencia ciudadana. Pero no creas que voy a descargar la responsabilidad en otros, he formado parte del conjunto de seres humanos incapaces de devolverte la vida, del conjunto de seres humanos que hemos firmado tu defunción. Y, ¿sabes una cosa?, eso que hemos hecho contigo tiene un nombre, o dos, o muchos, pero ninguno es sano, a eso se le llama intransigencia, intolerancia!, fascismo. Lo siento, querido amigo, te pido perdón por no haber sabido salvarte. Todos te echaremos de menos, aunque, los niños, que sabían de tu existencia, más que nadie.

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Se congelaron los sueños

Querido Libro Viajero: tu nombre podría ser genérico, referirse a otros muchos que, como tú, deambulen de acá para allá, haciendo aquello que os convierte en imprescindibles, haciendo posible que los sueños no se nos congelen. Los demás libros y tú, tenéis unas señas de identidad que os hacen inconfundibles; a ti, con nombre y apellido, te conocí en un ámbito escolar, me fuiste presentado hace algunos años por la maestra de mi hijo. Tu presencia en casa, en aquella ocasión, nos revolucionó por un fin de semana. Venías en blanco, tuvimos el privilegio de ser los primeros en plasmar sobre tus páginas algunas pinceladas de lo que éramos, de cómo vivíamos, de cuales eran nuestras inquietudes; nadie, entonces, se planteó que tu libertad, la que contribuye a hacer libre al ser humano, estuviese tutelada. Pasaron algunos años para volverte a ver, volviste siguiendo el mismo itinerario, algunas cosas habían cambiado, por ejemplo, quien te trajo esta vez aún no había nacido la vez anterior, sin embargo, ahí estaba ella, mi hija pequeña, trasladándote a casa para volver a reencontrarnos contigo y volver a dejarte algunas improntas de nuestra nueva realidad. Seguíamos sin tener noticias de que, independientemente del espíritu que se te suponía, por parte de quienes te tutelaban, a aquello que escribíamos en tus páginas se le hiciese un seguimiento que certificase la no amputación de ninguna de ellas. De nuevo, este curso, ya que tu deambular seguía el ritmo de los cursos académicos, teníamos la esperanza de volver a verte, de volver a dejar en tus páginas algunas reflexiones, tal vez algún sueño, quién sabe, pero no será posible, querido Libro, tu tutela ha quedado en evidencia; no naciste para ser libre, no naciste para ayudar al ser humano a que fuese libre, a ti te encasillaron al nacer, te cortaron las alas: no eres digno, según tus tutores, de sufrir los 'riesgos' de la Libertad, por la que desde hace muchos años, la sociedad de seres humanos con la que convivías, está luchando en un intento de afianzarla. No, a ti se te relegó a tu mínima expresión, contribuyendo a apuntalar el entramado social caduco que vela para que las tinieblas sigan presidiendo la convivencia ciudadana. Pero no creas que voy a descargar la responsabilidad en otros, he formado parte del conjunto de seres humanos incapaces de devolverte la vida, del conjunto de seres humanos que hemos firmado tu defunción. Y, ¿sabes una cosa?, eso que hemos hecho contigo tiene un nombre, o dos, o muchos, pero ninguno es sano, a eso se le llama intransigencia, intolerancia!, fascismo. Lo siento, querido amigo, te pido perdón por no haber sabido salvarte. Todos te echaremos de menos, aunque, los niños, que sabían de tu existencia, más que nadie.

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Querido Libro Viajero: tu nombre podría ser genérico, referirse a otros muchos que, como tú, deambulen de acá para allá, haciendo aquello que os convierte en imprescindibles, haciendo posible que los sueños no se nos congelen. Los demás libros y tú, tenéis unas señas de identidad que os hacen inconfundibles; a ti, con nombre y apellido, te conocí en un ámbito escolar, me fuiste presentado hace algunos años por la maestra de mi hijo. Tu presencia en casa, en aquella ocasión, nos revolucionó por un fin de semana. Venías en blanco, tuvimos el privilegio de ser los primeros en plasmar sobre tus páginas algunas pinceladas de lo que éramos, de cómo vivíamos, de cuales eran nuestras inquietudes; nadie, entonces, se planteó que tu libertad, la que contribuye a hacer libre al ser humano, estuviese tutelada. Pasaron algunos años para volverte a ver, volviste siguiendo el mismo itinerario, algunas cosas habían cambiado, por ejemplo, quien te trajo esta vez aún no había nacido la vez anterior, sin embargo, ahí estaba ella, mi hija pequeña, trasladándote a casa para volver a reencontrarnos contigo y volver a dejarte algunas improntas de nuestra nueva realidad. Seguíamos sin tener noticias de que, independientemente del espíritu que se te suponía, por parte de quienes te tutelaban, a aquello que escribíamos en tus páginas se le hiciese un seguimiento que certificase la no amputación de ninguna de ellas. De nuevo, este curso, ya que tu deambular seguía el ritmo de los cursos académicos, teníamos la esperanza de volver a verte, de volver a dejar en tus páginas algunas reflexiones, tal vez algún sueño, quién sabe, pero no será posible, querido Libro, tu tutela ha quedado en evidencia; no naciste para ser libre, no naciste para ayudar al ser humano a que fuese libre, a ti te encasillaron al nacer, te cortaron las alas: no eres digno, según tus tutores, de sufrir los 'riesgos' de la Libertad, por la que desde hace muchos años, la sociedad de seres humanos con la que convivías, está luchando en un intento de afianzarla. No, a ti se te relegó a tu mínima expresión, contribuyendo a apuntalar el entramado social caduco que vela para que las tinieblas sigan presidiendo la convivencia ciudadana. Pero no creas que voy a descargar la responsabilidad en otros, he formado parte del conjunto de seres humanos incapaces de devolverte la vida, del conjunto de seres humanos que hemos firmado tu defunción. Y, ¿sabes una cosa?, eso que hemos hecho contigo tiene un nombre, o dos, o muchos, pero ninguno es sano, a eso se le llama intransigencia, intolerancia!, fascismo. Lo siento, querido amigo, te pido perdón por no haber sabido salvarte. Todos te echaremos de menos, aunque, los niños, que sabían de tu existencia, más que nadie.

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